jueves, 25 de junio de 2009

DARFUR: el conflicto sin fin

Hace sólo 5 años el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, reconocía que en la región occidental de Sudan, Darfur, se estaban cometiendo “crímenes de lesa humanidad” como violaciones, asesinatos, y toda clase de vejaciones y saqueos contra la población civil.


La misión de la ONU observo que los ataques se dirigían con especial violencia hacia determinadas etnias, lo que incluso llevo a susurrar en algunos niveles la palabra “Genocidio”, presurosamente escondida detrás de términos más suaves como ya se hizo en Ruanda para agravio póstumo de Rapael Lemkin y su reconocida lucha por la justicia de todos los pueblos.


Desde que en 1989 el militar Omar Hasan Al Bashir si hiciera con el poder e impusiera la Ley Islámica, las luchas entre los negros cristianos del sur y los árabes del norte han hecho estragos entre la población: 4,5 millones de desplazados y 2,5 millones de muertos en tan sólo 20 años.


Las fuerzas rebeldes, El Frente de Liberación de Darfur y el Movimiento de Justicia e Igualdad, iniciaron en 2003 el levantamiento contra el gobierno de Jartum acusándolo de de favorecer a las comunidades árabes del norte (islamistas) en detrimento de las numerosas tribus musulmanas que habitan la región desértica del sur. La respuesta no se hizo esperar, Al Bashir promovió la movilización y armamento de la tribu de los Janjaweed, una tribu islamista leal a su causa que junto con los militares regulares emprendieron la destrucción de las aldeas de etnia Masalit, Tama, Tanjur y Zaghawa, cuna de los grupos rebeldes.

A la lucha por intereses económicos se unieron así sentimientos de identidad étnica y religiosa.

Preparada la bomba solo faltaba encender la mecha: la política de tierra quemada de las milicias árabes ha causado desde entonces la pérdida de 300.000 vidas, 2,7 millones de desplazados y un conflicto internacional que obliga a resolver la difícil situación de los países vecinos, el Chad y República Centroafricana que han recibido en avalancha a los refugiados sudaneses y se muestran incapaces de aguantar ese peso durante mucho más tiempo.


En 2006, el principal grupo rebelde y el gobierno alcanzaron un acuerdo de Paz “con reservas”. En julio del año siguiente, la ONU aprobó el envío de una fuerza de pacificación a la castigada Darfur compuesta por 26.000 efectivos para proteger a los civiles desplazados.

Por desgracia, algunas ONGs denuncian que el gobierno obstaculiza el acceso de suministros médicos y alimenticios, los Janjaweed rodean los campos de refugiados solicitando cuotas de entrada y salida, protagonizando saqueos nocturnos, violaciones, y atemorizando a la población refugiada.

Todo parece indicar que no existe voluntad real de pacificación sólo un teatro orquestado para acallar a la Comunidad Internacional. La reconciliación Nacional no es posible mientras el gobierno de Jartum no sea derrocado, si bien la orden de detención por “Crímenes contra la humanidad” contra Omar Hasan Al Bashir resulta alentadora, sus descaradas provocaciones -que incluyen el decreto dictado el 4 de marzo que obliga a 13 ONGs ha abandonar su país, dejando sin ningún tipo de amparo a más de 450.000 personas, así como la protección de sus coetáneos y vecinos, los 22 países reunidos el pasado 30 de marzo en el Cairo durante la cumbre Árabe, se negaron a secundar la orden de captura contra Al Bashir- no presagian un cambio de rumbo inmediato.


Sin embargo, es fundamental que la Comunidad Internacional active todas sus herramientas de presión para lograr que al menos se respeten los derechos más fundamentales de los ciudadanos de Sudán. Esto empieza por garantizar el acceso a alimentos y medicinas de millones de personas desplazadas y refugiadas, desarraigadas de sus hogares y ultrajadas.

Para ello debemos exigir el regreso de las Organizaciones Internacionales de Ayuda a Sudán y la provisión de más recursos para solventar las necesidades acuciantes de millones de personas. La dramática realidad es que muchas de ellas jamás han vivido fuera de un campo de refugiados y ni siquiera conocen su país, no saben que es la libertad ni mucho menos han saboreado la tranquilidad que otorga vivir en un país en Paz.

El Congo se desangra

Cuando la Comunidad Internacional vive expectante el agravamiento de la situación en Oriente Medio y se escandaliza ante la muerte de 1.000 palestinos en menos de 19 días, no podemos evitar pensar en la sangría y destrucción que desde hace diez años sufre la República Democrática del Congo.

Está región Africana acumula desde 1998 más de 5,4 millones de muertos, invisibles y desconocidos para el mundo. Un cálculo reciente apunta a que las perdidas humanas sufridas desde hace una década pueden equipararse a que un atentado de las magnitudes del 11 de Septiembre se produjese cada dos días en el seno antigua colonia belga.

Tras el genocidio ruandés que acabo con la vida de 800.000 tutsis y hutus moderados, más de un millón de hutus derrotados fueron perseguidos a través de las fronteras de la RDC, colapsando el margen septentrional del país y convirtiendo el Kivu Norte en zona permanente de conflicto. Desde entonces, la milicia reorganizada por los hutus amenaza con un nuevo genocidio. Como respuesta, milicianos tutsis al mando del “General” Laurent Nkunda se han erigido en defensores de su comunidad. Sin embargo, ninguna de las dos partes vela por los intereses de su pueblo y los enfrentamientos, secuestros y violaciones son continuos. Desde mediados de este año se ha producido otra estampida de casi 30.000 personas que huyen hacia otros lugares del país.

Algunas organizaciones como Save the Children han denunciado que todavía existen en El Congo, entre 3000 y 7000 niños soldados arrancados de sus familias y obligados a luchar y asesinar a sus conciudadanos.

Además, según los últimos informes emitidos por las fuerzas de paz allí desplazadas, el ejército congolés esta absolutamente descontrolado y somete a la población a todo tipo de vejaciones y saqueos. Mientras su gobierno preconiza y promete una intervención que nunca se produce.

Los 17.000 efectivos desplazados por la ONU resultan insuficientes y el último General encargado de dirigir la misión de Naciones Unidas en El Congo ha dimitido argumentando cuestiones personales.

Así, la inmensa y feraz tierra de la RDC que alberga entre muchas otras riqueza naturales el 80% de las reservas mundiales del mineral Coltán -componente fundamental para el funcionamiento de circuitos electrónicos y teléfonos móviles, de incalculable valor para el mercado tecnológico internacional- se destruye y desaparece bajo la atenta mirada del mundo que con falsa afección el pasado día de Navidad recibió la noticia de que más de 400 personas fueron masacradas por rebeldes ugandeses - Lords Resistence Army- en las localidades de Faradje, Duru y Doruma.

Son muy pocos los que alzan la voz para denunciar las atrocidades que se están cometiendo en la RDC. La escalada de violencia obliga a muchas Organizaciones No Gubernamentales a la retirada de su personal allí desplazado. Y El Congo se queda sólo, al borde de la catástrofe humanitaria, con una vasta tierra que alberga millones de dólares en minerales pero con una población que sobrevive con apenas 30 céntimos de dólar al día.

No hay escándalo, no hay pancartas ni manifestantes, basta con mirar hacia otro lado mientras sostenemos en nuestras manos la última generación de un ligerísimo teléfono móvil, pero nadie se pregunta cúantas generaciones de niños y jóvenes han sido sacrificadas en la RDC por el dominio de sus recursos minerales y hasta qué punto la sociedad civil tiene en sus manos la posibilidad de evitarlo.

Empecemos por el principio.

Hoy es el primer día de lo que espero sea una larga aventura bloggera. No quiero convertir este espacio en un dietario donde informar sobre mis actividades y rutina diaria, pues muy a mi pesar carece de todo interés para el ávido internauta en busca de información u divertimento.

Mi única intención es construir una plataforma desde donde poder distribuir, informar y opinar de la manera mas objetiva que mi conciencia me permita (ya de por sí una contradicción) sobre los distintos conflictos, problemas y sucesos que tienen lugar en el mundo actual y que albergan cierta trascendencia (en mayor o menor grado) para cada uno de los habitantes que “sobreviven” en este mundo de locos.

Es innegable que lo que sucede en China, Georgia o Sudán tiene un efecto y genera una consecuencia sobre la vida de cualquier ciudadano medio español que se gana el pan como camarero en una taberna del barrio de Chamberí de Madrid. Su desconocimiento sobre lo que esta ocurriendo en otros puntos del mundo no le exime de parte de la responsabilidad ni mucho menos de las consecuencias que de forma indirecta y transversal pueden modificar su aparentemente tranquila, estática y sólida existencia.

De la misma manera que asumo mi libertad para expresar sin tapujos mis valoraciones, críticas y recomendaciones, deseo que todos los internautas que lean este blog disfruten del mismo privilegio y hagan uso de su “libertad positiva” para llevarme la contraria. No somos muchos los que podemos ejercer este derecho, los acontecimientos recientes en Irán así lo demuestran.

Pues lo dicho, empecemos por el principio.

“Lee y conducirás, no leas y serás conducido”