viernes, 29 de octubre de 2010

Es tiempo para elegir.

Voy a hablar de asuntos controvertidos. No pido perdón por ello.

Desde hace tiempo,observo estupefacta la impertinente utilización por parte de este gobierno, de manidas artimañas que sólo se explican en el marco de una estrategia para aniquilar al individuo, y elevar como válido el mal llamado pensamiento único. Y digo manidas, porque con algo de memoria histórica o en su defecto y mejor aún, de lectura, descubriremos que estos instrumentos son de sobra conocidos por los europeos del S.XX. También descubriremos aterrados, que jamás respondieron a un buen propósito.

Desde la aprobación de la asignatura “Educación por la Ciudadanía” los españoles somos adoctrinados, inducidos y presionados para pensar y vivir como una camarilla de gobierno ha decidido que hay que hacerlo. Educación por la Ciudadanía no es más que otra herramienta de intrusión de la política en el ámbito de la vida privada. Una cruzada contra el libre pensamiento. Y otra forma de menguar los derechos constitucionales de los padres a decidir sobre la educación “ética” y “moral” de sus hijos.

Pero ya se sabe, no hay cosa que haga tanto daño a una nación como que la gente astuta pase por inteligente. Y en una espiral de disparates, ayer se aprobó una propuesta no de ley que pretende “impulsar protocolos de juegos no sexistas que se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios públicos y concertados de Educación primaria”.

Traducción: quieren imponer la forma y contenido de los juegos a niños y niñas de 6 a 12 años. Ni el ocio infantil escapa a su codicia reguladora. Para Roberto la Nancy y para Sofía el Geyperman, y si no les gusta que se jodan. ¡Lo siguiente, un sistema de cuotas en segundo de primaria, y en la primara fila deberán sentarse respetando los porcentajes del 60-40!

Todos los grupos políticos, salvo el Partido Popular, mostraron su apoyo a la propuesta. Y es más que probable que a pesar de todo, a pesar de nuestras burlas y reticencias, salga adelante.

Al abrigo de sus “buenas intenciones”, el PSOE rechaza el cuestionamiento de sus políticas y a quienes las critican. Nuestros bienintencionados “representantes” confunden visión con misión, y se olvidan de lo más importante. Sólo están ahí por una única razón, velar por nuestra seguridad jurídica y garantizar nuestra libertad individual. Nada más.

Por desgracia para todos, ambas cosas se tambalean. Es tiempo para elegir. Es tiempo de elegir como queremos que sea el futuro de nuestros hijos.

martes, 5 de octubre de 2010

La Deszapaterización

El pasado día 29S manifesté mi repulsa a Zapatero trabajando. Levantándome más temprano mostré mi aversión a un gobierno chapucero, populista y sectario. Haciendo la compra la tarde del 29S exhibí mi desagrado hacia unos sindicatos corruptos y obsoletos, subsidiarios de un gobierno que ha llevado a España al colapso.

Si, trabaje. Trabaje porque gobierno y sindicatos son lo mismo, porque los “representantes de los trabajadores” no se representan ni a sí mismos. Porque quienes deberían hacer valer mis intereses enmudecieron hace seis años. Porque la huelga general “no pretendía” destituir al peor gobierno que ha sufrido España. Porque los videos del chiquilicuatre me dan vergüenza ajena. Porque a mi economía mileurista no le conviene perder ni un solo día de sueldo. Trabaje por todos aquellos que no pueden. Por esos 4.500.000 millones de parados.

Si, trabaje. Pero no porque crea que el gobierno no merezca una gran huelga. Merece eso y mucho más, merece una cacerolada diaria. Merece una horda enfurecida en la puerta de la Moncloa. Merece el linchamiento verbal. Se ha ganado a pulso el insulto, el aterrador clamor popular.

La sociedad civil, al margen de sus organizaciones políticas y sindicales, tiene el deber moral de organizase para derribar a ZP y su camarilla. Es nuestro derecho (nuestra potestad) derribar a aquellos dirigentes que hayan dejado de representarnos. La soberanía popular es el principio fundamental sobre el que se articula el poder político, la base de todo nuestro sistema. Si nos quedamos quietos, si no hacemos nada, no merecemos este derecho que en virtud de ciudadanos de estado se nos ha concedido.

Sí, trabajemos. Por lo menos los que todavía puedan. Pero al terminar la jornada laboral concentrémonos en las calles y exijamos que se convoquen de inmediato elecciones generales. Recordemos a nuestros líderes que El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla.

Es la hora, que estalle.

martes, 14 de septiembre de 2010

"Muérete tu hoy, que yo me espero a mañana"


La Ley de la Promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, es un fiasco. Ni su enunciado rimbombante, ni las expectativas generadas en torno al colectivo beneficiario (1.125.190 personas, INE 2005), la salva de ser otra ley estrella del gobierno socialista, mal articulada y peor aplicada. Aprobada en los albores de la crisis económica tres años de ejecución han demostrado una absoluta falta de previsión.
La tan aplaudida norma recoge como “excepcional” la prestación económica para cuidadores no profesionales. Se trata normalmente de familiares que han convertido en su profesión, el cuidado de sus padres, hermanos e hijos enfermos. Por lo general, grandes dependientes, que por obvias razones no pueden beneficiarse de la amplia red de servicios propuesta como alternativa.
Acordemos que lo verdaderamente excepcional es que estos cuidadores sean capaces de sostener a sus familias (no imaginen siempre a la clásica hija soltera) con una mísera pensión y grandes dosis de compasión.
Lo llamativo de este asunto es que el estudio de Línea de Base que debería haber establecido una estadística fiable sobre los potenciales beneficiarios, cuantifico a la baja el número de grandes dependientes. En 2006 se previeron 223.457 dependientes graves. Pero en 2009 se contabilizaban 422.520. De 300.000 prestaciones económicas en vigor, 8 de cada 10 se dedican a pagar a familiares “no profesionales”.
Como siempre las cifras vuelven a sobrepasar las previsiones del gobierno. El 7 marzo de 2008 Zapatero declaraba: “España esta en plenas condiciones de llegar al pleno empleo”. Dos años mas tarde 5 millones de parados y subiendo. Otra bravuconada del gobierno, en la línea de lo ocurrido con la ley de la Dependencia. No hay fondos pero tampoco agallas para tomar las decisiones oportunas.
Pero el despropósito no termina aquí. Ante la lentitud del proceso de gestión de solicitudes, el 4 de febrero de 2010 una resolución aprobada por el Consejo territorial del Sistema de autonomía y Atención a la dependencia establecía un plazo máximo de 6 meses entre la fecha de entrada de la solicitud (de ayuda) y la de resolución de reconocimiento de la prestación. Más otros tres meses de margen a las Comunidades autónomas. Un plazo máximo de 9 meses.
Hasta aquí todo bien, a estas alturas podemos asumir, que no comprender que vivimos en un país descentralizado hasta el absurdo. La solicitud en el ayuntamiento pero la tramitación en la CC.AA con el visto bueno del gobierno central. Resultado: 275 días de larga espera.
Pero ¿Qué pasa después? ¿Es inmediata la recepción de la prestación? Desde luego que no. Hay que darle emoción.
Cuando usted recibe la carta de aprobación, la relee una y otra vez, pues los “términos comprensibles y accesibles con información completa y continuada relacionada con su situación de dependencia” le suenan a chino. Tiene un Nivel III, Grado II, con una puntuación de 95,14 puntos. ! Bravo ¡Parece que el nuevo baremo de valoración de la situación de dependencia da resultado. (Resolución del 29 de junio de 2010).
De acuerdo, y ahora que existe consenso sobre la delicada situación de mi madre. ¿Me ayudaran a pagar los pañales? En la carta no hay nada que así lo indique, y creyendo que se trata de un error, llama al servicio de atención al ciudadano. Desde allí le comunican que “en un par de meses recibirá otra carta informándole de la dotación económica asignada, y a partir de entonces, dentro de un plazo de entre 6 y 8 meses recibirá la primera prestación”.
¿Hacemos cuentas? Desde la solicitud hasta la recepción de la primera ayuda han transcurrido casi 2 años. Su madre tiene 97 años. Usted dejo de trabajar hace más de 5 años para cuidarla. Cuando alguien le desvelo las bondades de la ley de dependencia corrió entusiasmado a realizar la solicitud. Dos años después, desearía no haberla conocido nunca.
Incluso, en un frenesí de confianza, algunos “beneficiarios” solicitaron un crédito a la espera de recibir la dotación. Pero mala suerte, otro vuelco del destino. Con el “inesperado” comienzo de la crisis, se elimino la retroactividad de los pagos hasta la fecha de la solicitud. De modo que jamás recuperara un céntimo. Tiene un crédito que no puede pagar. Y su madre fallece un mes más tarde de recibir la primera prestación.
Hagamos un ejercicio de empatía. Imaginen el sentimiento de frustración.
Si esto no les convence, pregunten a las empresas de salud si han visto cumplidas sus expectativas de ingresos y generación de empleo. Pregunten a los CC.AA si son capaces de cofinanciar los servicios ofrecidos por la ley. O a los ayuntamientos, sobrepasados por la gestión de un “marrón” ajeno a sus competencias. Pregunten.
Después atrévanse a enarbolar esta ley como el 4º pilar del Estado de Bienestar. Busquen un porque. Porque un gobierno que se define como “socialista” aprobó una ley de esta trascendencia desde la improvisación. Porque se juega con un colectivo tan sensible y doliente. Porque esta bajeza entre nuestros políticos. Y porque, nosotros, sociedad civil, hemos enmudecido.
Es probable que la respuesta no les guste. Trae a la memoria la idiosincrasia de una de las sociedades más envilecidas de nuestra historia contemporánea. “Muérete tu hoy, que yo me espero a mañana” (Archipiélago Gulaj. Alexander Solzhenitsyn )

jueves, 25 de febrero de 2010

El parecer del Alma

"Habiendo advertido hace ya mucho tiempo que no debe ser cohibida la libertad de religión, sino que ha de permitirse al arbitrio y libertad de cada cual se ejercite en las cosas divinas conforme al parecer de su alma, hemos sancionado que, tanto todos los demás, cuanto los cristianos, conserven la fe y observancia de su secta y religión... que a los cristianos y a todos los demás se conceda libre facultad de seguir la religión que a bien tengan…así pues, hemos promulgado con saludable y rectísimo criterio esta nuestra voluntad, para que a ninguno se niegue en absoluto la licencia de seguir o elegir la observancia y religión cristiana. Antes bien sea lícito a cada uno dedicar su alma a aquella religión que estimare convenirle". Copias de las constituciones imperiales de Constantino y Licinio, traducidas del latín al griego

La noche del 27 de octubre del año 312, Constantino I tuvo una visión “In Hoc signo vinces” que le imperaba a marcar con la señal de la cruz todos los escudos que su ejercito, en esas horas adormecido, utilizaría para protegerse en la batalla que al amanecer se desencadenaría sobre el Puente Milvio. La victoria de Constantino contra Majencio fue explicada por las fuentes contemporáneas en clave religiosa y marcaría un punto de inflexión en el imaginario colectivo cristiano. Fue Constantino el Grande el precursor de la libertad religiosa recogida y preservada en el Edicto de Milán (313) y El Concilio de Nicea (325).

Sin embargo, desde el S.IV han sido muchos los enfrentamientos suscitados en nombre de Dios: la reconquista española, las guerras santas en Oriente Medio, la reforma protestante en Alemania, la guerra de los 80 años en los Países Bajos, la guerra de los 30 años en el Sacro Imperio; en todos ellos se confrontaban diferentes sentimientos religiosos, aparentemente irreconciliables pero curiosamente parecidos.

El tratado de Westfalia (1648) concedió una tregua en un periodo plagado de hostilidades pero los conflictos irredentos entre confesiones mutaron hacia nuevas pugnas, que todavía hoy, cuatro Siglos más tarde, constituyen uno de los principales obstáculos para la reconciliación intercultural y un gravísimo problema de Seguridad.

Samuel Huntington pronosticó un choque inevitable entre civilizaciones antagónicas, advirtiendo que los conceptos de democracia o libre comercio solo habían calado en el ámbito de la cristiandad occidental, y que por tanto, las luchas entre “civilizaciones” se sucederían sine die. Pese a nuestra resistencia inconsciente los datos nos empujan a suscribir los planteamientos de Huntington: en Sudán, los integristas musulmanes llevan 16 años en guerra con los cristianos y los animistas del sur; las diversas facciones chiítas y sunitas han sumido en cruentas guerras a países como Irak o Irán; el conflicto árabe israelí ha provocado miles de victimas; entre tutsis y hutus se cometieron crueles barbaries en base a la discriminación religiosa; los integristas católicos de Irlanda del Norte atemorizaron durante años a las islas británicas. Los ejemplos son numerosos y los daños irreparables.

¿Pero es la defensa de la propia Fe la única y gran responsable de estos cruentos litigios? Por supuesto que no, solo basta con leer sin pretensión los libros sagrados. La religión en sí misma bajo cualquiera de sus formas y denominaciones propugna bondadosos pensamientos y virtuosas acciones. Por contra, como dogma sin base científica, es sensible de interpretaciones que pueden contaminar hasta las más hermosas convicciones. Nadie niega la teoría de la relatividad pero sí las creencias propias y ajenas, enarboladas como arma arrojadiza contra aquellos que entorpecen el logro de sus intereses económicos y políticos.

Aquel que defiende su credo por la fuerza probablemente esconda intereses menos altruistas que nada tengan que ver con la protección de su fe, pues no hay nada más íntimo y privado que la creencia o descreencia, amparada por la libertad individual y el convencimiento de que la elección de una religión y no otra viene muy determinado por las circunstancias vitales de cada uno. Nadie es libre de tener una determinada constitución biopsicológica ni de nacer en un determinado momento histórico o en cierta región, pero si debiéramos ser libres de asumirlo o no en nuestro proyecto biográfico.

En este punto, en la Europa del S.XX el Estado laico se presento como garante y protector de la libertad de conciencia en donde las creencias religiosas no constituyen motivo de desigualdad ante la ley. En España sin embargo, una corriente de laicismo mal entendido ha conducido hacia un relativismo moral que rechaza de plano toda justicia objetiva. En consecuencia, todo aquel que sugiera que hay soluciones más verdaderas que otras será tachado de autoritario. Otra vuelta de tuerca y desde un laicismo desnaturalizado sucumbiremos a la discriminación que pretendíamos evitar.

En una sociedad pluralista las convicciones son diversas, ilimitados los caminos, complejas las preguntas y decepcionantes las respuestas en la búsqueda de la “Verdad”. Solo cabe ser tolerante hacia las elecciones ajenas siempre que sean respetuosas con las propias. Cimentadas sobre un principio tan simple como la reciprocidad, las reglas naturales de convivencia son universales:

“Trata a tus congéneres igual que quisieras ser tratado” Epicuro (341 a.C.)

“Lo que es odioso para ti, no se lo hagas al prójimo” (Proverbio judío)

“Y no te enviamos [¡Oh, Muhammad!] sino como misericordia para los mundos.”(Corán 21:107)

Ala, Jesús o Jehová, son desvirtuados con cada vida apagada en su nombre. Qué sentido tiene creer en nada sobrenatural, quién querrá salvarnos si somos incapaces de confiar en nosotros mismos, si fracasamos, si destruimos nuestra humanidad. La religión no puede ser un arma ni la fe una barrera.

Imperfectos y minúsculos peleamos por erigirnos en válidos poseedores de “la verdad”. Mientras tantoel cosmos sigue girando y pocos quieren saber porque.

“El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir” A. Einstein