martes, 5 de octubre de 2010

La Deszapaterización

El pasado día 29S manifesté mi repulsa a Zapatero trabajando. Levantándome más temprano mostré mi aversión a un gobierno chapucero, populista y sectario. Haciendo la compra la tarde del 29S exhibí mi desagrado hacia unos sindicatos corruptos y obsoletos, subsidiarios de un gobierno que ha llevado a España al colapso.

Si, trabaje. Trabaje porque gobierno y sindicatos son lo mismo, porque los “representantes de los trabajadores” no se representan ni a sí mismos. Porque quienes deberían hacer valer mis intereses enmudecieron hace seis años. Porque la huelga general “no pretendía” destituir al peor gobierno que ha sufrido España. Porque los videos del chiquilicuatre me dan vergüenza ajena. Porque a mi economía mileurista no le conviene perder ni un solo día de sueldo. Trabaje por todos aquellos que no pueden. Por esos 4.500.000 millones de parados.

Si, trabaje. Pero no porque crea que el gobierno no merezca una gran huelga. Merece eso y mucho más, merece una cacerolada diaria. Merece una horda enfurecida en la puerta de la Moncloa. Merece el linchamiento verbal. Se ha ganado a pulso el insulto, el aterrador clamor popular.

La sociedad civil, al margen de sus organizaciones políticas y sindicales, tiene el deber moral de organizase para derribar a ZP y su camarilla. Es nuestro derecho (nuestra potestad) derribar a aquellos dirigentes que hayan dejado de representarnos. La soberanía popular es el principio fundamental sobre el que se articula el poder político, la base de todo nuestro sistema. Si nos quedamos quietos, si no hacemos nada, no merecemos este derecho que en virtud de ciudadanos de estado se nos ha concedido.

Sí, trabajemos. Por lo menos los que todavía puedan. Pero al terminar la jornada laboral concentrémonos en las calles y exijamos que se convoquen de inmediato elecciones generales. Recordemos a nuestros líderes que El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla.

Es la hora, que estalle.